sábado, 4 de junio de 2011

Como una de esas típicas escenas de las películas de Hollywood

Fue como una de esas típicas escenas de las películas romanticonas de Hollywood:
Está lloviendo. Ella baja del autobús, y al momento, su pelo queda empadado por la lluvia. Corre a resguardarse en el portal mientras espera a que el semáforo le permita cruzar la calle. Intenta inútilmente proteger los libros con los brazos.

El semáforo deja paso a los peatones. Ella se dispone a cruzar. Un mechón mojado de pelo se le enreda en la cara; durante la décima de segundo que tarda en retirarlo apenas ve nada. Tampoco le hace falta, conoce de memoria esos metros que separan la parada del autobús del portal de su casa. Son ya tantos años recorriéndolos a diario...

Conforme se va acercando al portal, empieza a buscar en el bolso el gran llavero. Nada. Siempre le pasa igual, las llaves se pierden en alguno de los mil rincones del bolso.

En ese momento, cuando ya está llegando, escucha la pesada puerta abrirse. Ella acelera el paso, para evitar que la puerta se cierre y la deje en la calle.

El chico que sale le sujeta la puerta mientras ella pasa corriendo y mojada. Fugaz mirada. Sonrisa. "Gracias". Sonrisa.

En una película de Hollywood, él y ella se volverían a encontrar esa tarde o pasados un par de días. Él bromearía sobre si su ropa se ha secado ya y la invitaría a un café. O quizá haría alguna broma en ese momento, y la invitaría ya a ese café. Quién sabe. El caso es que, tras esa primera cita, vendrían los besos. Relación, algún malentendido que distancie a ambos durante unas semanas y, finalmente, la reconciliación y el "vivieron felices para siempre".

Pero esto es la vida real. Ella ni reparó en la cara de él al entrar; él no recordaba la mirada de ella pasados unos minutos.

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